debajo
del rio
Santa Cruz de Mompox
Bolivar
Por
Violeta
Santa Cruz de Mompox es un pueblo que se encuentra a la orilla de uno de los brazos, del río Magdalena, este pequeño municipio declarado patrimonio de Colombia, ha vivido muchos siglos de historia. Para llegar a él, debemos dejar la carretera principal que conduce a la costa atlántica, y con ello quedan atrás las montañas, e ir adentrándonos por un camino que nos conducirá a la mojana (subregión geográfica ubicada al norte de Colombia perteneciente a la zona fisiográfica de la Depresión Momposina) y que tiene como destino final a este pueblo húmedo y caliente.
Mompox es conocido por su trabajo en filigrana y platería y muy poco por la cerámica. Una de las actividades que hay que hacer cuando vas a Mompox es visitar la casa de la cultura, allí hay un espacio destinado a hablar sobre las poblaciones indígenas que habitaban este territorio antes de la llegada de los españoles y su resistencia frente a la colonización. Allí se retrata la historia, de como fue encontrado un cementerio indígena al frente de una de las iglesias en la época de su construcción, en este lugar se encontraron con gran cantidad de piezas de alfarería y de cerámica que estaban expuestas como parte de la muestra, mientras las observaba, me preguntaba ¿Por qué no había cerámica en este momento en Mompox?, ¿Dónde estaba, si alguna vez hubo? significa que hay arcilla !Claro! está cerca al río ¿Pero, porque no es visible?
Todas estas preguntas se fueron acrecentando con el paso de los días en este pueblo, pareciera que no existiera la cerámica, que estuviera escondida debajo del río, que estuviera escondida dentro de las casas amplias, con techos altos, con puertas gigantes por las cuales pasaban caballos y gentes de otros tiempos.
En una de las salas del fondo de la casa de la cultura, específicamente en la sala de la poesía, habían tres tasas sobre una de las mesas, esas tasas no parecían pertenecer a una muestra arqueológica, sus formas correspondían a este tiempo. Dejando de lado una de las reglas que acompañan a las muestras dentro de las casas culturales o los museos... El gran "No tocar", levanté una de esas tasas y debajo de ella descubrí, el sello de la escuela taller de Mompox
Para mí fue un gran hallazgo, fue cómo desenterrar algo, encontrar la cerámica, es decir, darme cuenta que había una escuela donde podía encontrar las pistas de la cerámica actual en este territorio. Ahora tenía que encontrar esa escuela, preguntando con los vecinos y las personas de Mompox pudimos llegar a ella.
el encuentro
La Fundación Escuela taller, está ubicada en una casona vieja, desde 2018, luego de un complejo proceso de restauración llevado a cabo entre maestros y aprendices de albañilería de la Escuela Taller y arquitectos y estudiantes de la Universidad del Norte. Se ubica detrás de de la iglesia de Santa Bárbara, a un costado del malecón, cuenta con un patio central, como todas las casas del pueblo, alrededor de ese patio, en los pasillos, estaban todas las personas que aprendían filigrana, chicos de mediana edad, sentados en esas mesas largas con lupas viendo a través de ellas los hilos de plata.
Al fondo de esa casa, en un cuarto amplio, húmedo y oscuro se encontraban dos tornos pateros ( también conocido como torno de pedal), este era el taller de dónde habían salido esas tasas que estaban dentro de la casa cultural, allí había un niño sentado pateando y torneando, jugando con la arcilla, me quedé viéndolo un rato, observando sus pies descalzos empujando la rueda y haciendo girar, con ello, la platina donde la arcilla tomaba la forma que sus manos intentaban dar.
Luego pregunte por el profesor, allí conocí a Eberto Ramírez quien me contó que es el último alfarero de Mompox, quién guarda en sus manos grandes y amplias la tradición de la alfarería en torno en este territorio. Me invitó a sentarme al torno, nunca había estado en esta posición, conocía otros tornos pateros pero con el cuerpo dispuesto de otra manera, fue un desafío aprender en pocos minutos esa nueva forma de tornear. Sobre el plato del torno, descubrí una arcilla arenosa de color gris que quemaba rojo por su presencia de hierro, una arcilla tosca que permitía obtener piezas altas y de gran tamaño por la estructura que le confería la arena.
En la parte posterior de este espacio estaba un horno a leña en donde todas estas piezas que estaban en secado iban a ser quemadas, fue un descubrimiento hermoso porque me di cuenta que la cerámica sigue viva, pareciera que estuviese escondida en el último rincón de una casa escuela, pero allí está, perviviendo.
En seguida me enteré que había un festival de Alfarería Bolivarense que se realiza en el mes de julio y que abarca varios pueblos que se encuentran a este lado el río Magdalena, entre ellos, Hatillo de loba que tiene una tradición más amplia de cerámica tradicional. Estos festivales y que dentro de un espacio como la escuela de oficios de Mompox se mantenga la cerámica viva, hace que sea un poco menos angustiante que el maestro Eberto Ramírez, sea el último alfarero de este territorio.
Muchas veces la cerámica tradicional se piensa como algo del pasado o que tiene menos valor, por ser "de pueblo" o por estar dentro de los márgenes de lo utilitario, sin embargo la cerámica siempre ha acompañado a la humanidad, tiene un carácter simbólico y territorial nos cuenta la historia de los pueblos, nos permite rastrearlos y sobre todo, es testimonio vivo de la historia presente, pasada y futura.
Todos estos espacios que mantienen viva la tradición, como el festival y la escuela, hacen que la cerámica vaya tomando otro carácter, otro valor, hay que traerla a el presente, trabajar porque estos artesanos no sean los últimos, para que otros vengan, aprendan el oficio, entiendan la cerámica de este este lugar y se la apropien.