En la cerámica exploramos materiales que provienen de la tierra en la que vivimos, es un arte que es tan antiguo como la humanidad y, a través de ella, hemos conocido mejor ciertas culturas y civilizaciones. Es un oficio que ha sido transmitido de generación en generación en las diferentes culturas del mundo y muchas de sus técnicas prevalecen hasta el día de hoy, a pesar de la tecnología y los procesos industriales que existen.
Cuando trabajamos el barro nos conectamos con el aquí y el ahora, y lo más hermoso es que nos permite impregnar en una pieza una parte de nosotros, es como una extensión de nuestra personalidad, ideologías, creatividad, etc.
Permitiéndonos dejar una huella a nuestro alrededor con cada persona que tiene una de nuestras obras. Muchas veces hemos escuchado a ceramistas decir a lo largo de sus procesos la frase: “así en la cerámica como en la vida.”, hoy quiero reflexionar sobre eso y que, en paralelo, hagamos esas reflexiones que son aplicables a la vida cotidiana y que nos dejan grandes aprendizajes, además, desde mi experiencia quiero contarles un poco de por qué me apasiona tanto la cerámica y cómo llegué a ella.
Y parto de aquí para contarles alguna de las cosas que la cerámica me enseñó:
1. La cerámica es terapéutica
Antes de empezar en la cerámica mi vida era una constante prisa, vivía en un torbellino de estrés constante el cual pensaba que era normal y parte de mí, hasta que mi cuerpo fue mostrando síntomas físicos de los estragos de este estilo de vida, algo que utilizaba para relajarme en las noches antes de dormir era ver videos de personas torneando en Pinterest, hasta que un día mi pareja me dijo que si tanto me gustaba ¿por qué no lo aprendía? Yo decía: “pero ¿cómo?, ¿en qué tiempo?, no conozco a nadie...” las típicas excusas que sacamos para no salirnos de la zona de confort a la que estamos acostumbrados.
Hasta que un día, me dio un episodio de ahogo tan fuerte producido por un ataque de ansiedad que entendí que debía buscar algo para desconectarme de mi día a día y conectarme conmigo misma, así emprendí la búsqueda por aprender este lindo arte, desde que toqué la arcilla por primera vez supe que era lo que necesitaba, me sumerjo en ella buscando refugio del caos, en ella encuentro paz y silencio mental en este mundo lleno de ruido, prisas, e hiper conexión por medio de redes sociales y tecnología.
Cuando pongo las manos en la arcilla siento una conexión inmediata con el barro, me olvido de todo, se me va el tiempo volando y me mantengo concentrada en moldear el material que tengo en frente, algo que me parece increíble es como hay días que te sientes tan bien que puedes centrar en el torno la pella de una vez, y salen piezas lindas unas tras otras, otras veces por el contrario la arcilla no centra y nuestras piezas se desploman en el proceso de construcción.
La conexión con el barro es tal que es vital que estés bien anímicamente para hacer tus piezas. Así como en la cerámica, en la vida nuestras abuelitas nos decían que el ingrediente secreto para sus recetas más deliciosas es el amor, o como cuando tu mamá te decía “no le metas la mano a la preparación que me lo pasmas”, en estos dichos encontramos algo en común: estamos conectados con la materia que nos rodea y si estás bien, las cosas fluyen y si no, el proceso se vuelve tenso y difícil.
2. ¡Cree en ti!
En la cerámica como en la vida, a medida que confías en ti, en tus capacidades y te arriesgas a intentar cosas nuevas sin temor a fracasar, disfrutándote el proceso, es cuando más avanzas, es cuando salen resultados maravillosos e inesperados, es cuando más aprendes, sigue tu propia fórmula, ensaya y re formula si es necesario, sigue tus instintos, persigue tus sueños, no tengas miedo e inténtalo, que de seguro de lo único de lo que te arrepentirás cuando estés viejit@ es de no haberlo intentado.
3. Dejar Fluir y tomarme mi tiempo
A veces empiezo en el torno a hacer una vasija y de repente veo que empieza a tomar forma de jarrón, mi hijo se ríe de mi cuando digo esto, pero parte de disfrutar el proceso es dejar que fluya, así que me digo: “esta vasija nació para ser jarrón, quien soy yo para impedírselo, que sea un jarrón entonces!”
Así que la cerámica me enseña a dejar fluir. Dejar fluir no es tan sencillo, para lograrlo me debo disfrutar el proceso, el paso a paso, sin prisas, con mucha paciencia porque, en la cerámica como en la vida, entre más lento avances, más rápido terminas, a veces de la prisa solo queda el cansancio, vivimos en una carrera impulsada por una presión social de hacer y hacer cosas, que lo que hacen es saturarnos y llenarnos de estrés.
Esa prisa hace que nos perdamos muchas cosas hermosas que tenemos alrededor y que el tiempo se nos pase en un parpadear, por eso detente, respira, tomate tu tiempo, ve a tu ritmo, disfrutándote cada etapa y aprendiendo de ella, si el resultado al final es el esperado, celébralo, y si por el contrario, no salió como esperabas, pues no pasa nada, aprendes, corriges, te lo disfrutas y si quieres volverlo a intentar, lo haces, seguramente el resultado será mejor y así sucesivamente hasta lograr lo que te propusiste.
4. Valoro y amo el resultado como aprendizaje
Solemos darnos muy duro con el resultado porque estamos en un mundo de expectativas altas, hoy te digo que lo valores sea cual sea, será una pieza perfectamente imperfecta, única, le pusiste todo tu amor y esfuerzo al hacerla, te dio aprendizajes que te hicieron mejor, recuerda que la belleza siempre esta en los ojos del que la mira así que, en la cerámica como en la vida, valora y ama lo que resulte de cualquier camino que emprendas por que al fin y al cabo te quedó la experiencia y te hizo mejor.
5. ¡Saber soltar! Desapego.
Paso al más difícil aprendizaje que la cerámica me dejó: El desapego, una palabra muy corta pero tan poderosa, así como en la vida, en la cerámica es clave soltar, puede que le hayamos invertido horas, días, incluso meses a una pieza, pero si esta se raja, es mejor saber detenerse y empezarla de cero por que ya sabemos que su estructura no es sólida y más adelante puede haber mayores pérdidas, como por ejemplo que la esmaltemos y se nos parta en el horno, dañándolo o dañando otras piezas.
O puede que en todo el proceso se vea perfecta la pieza y ya sea la última horneada para estar lista y se nos parta porque en su interior había una burbuja, muchos casos así nos pueden pasar, y es importante dejar ir, entender bien cuál fue la falla y, al repetir el proceso, tenerlo en cuenta para poder lograr el resultado, ¿te ha pasado que cada vez que repites una pieza la próxima te queda más linda? Esa es la recompensa al soltar, ganas práctica y experiencia, y si logras superar esa frustración inicial seguro cuando se te parta una pieza, o el resultado no sea el que querías, no te aferrarás, te lo tomarás con humor, acumularás más experiencias para darle tips a otras colegas y con el paso de cada situación serás más resiliente y seguirás creciendo como persona y ceramista.
6. Kintsugi: de un desastre puede salir algo hermoso y más valioso
Hace cinco siglos, surgió en el lejano Oriente el kintsugi, una apreciada técnica artesanal con el fin de reparar un cuenco de cerámica roto. Su propietario, el sogún Ashikaga Yoshimasa, muy encariñado a ese objeto indispensable para la ceremonia del té, lo mandó a arreglar a China, donde lo repararon con unas grapas. No contento con el resultado, recurrió a los artesanos de su país, que dieron finalmente con una solución. Mediante el encaje y la unión de los fragmentos aplicando la hoja de pan de oro de 24kt sobre la superficie de un pegamento, tradicionalmente la laca urushi, que se obtiene desde hace miles de años de la resina de los árboles.
Cada cerámica reparada con sutiles y preciosas hojas de pan de oro es una auténtica pieza única, dibujada por las líneas siempre diferentes de las fracturas y del amor con la que son sanadas. Los objetos adquieren así una nueva vida y un valor inestimable, precisamente como aquel de la experiencia de vida de cada uno de nosotros.
Traigo esta linda y potente metáfora para finalizar porque, así en la cerámica como en la vida, todos podemos reconstruirnos, sanar con amor nuestras fracturas y centrarnos en nuestros puntos fuertes, empezando de nuevo, valorando nuestras cicatrices, ya que ellas son experiencias que nos hacen únicos y valiosos.
Resumamos lo que la cerámica me enseño:
1. La cerámica como terapia.
2. Cree en ti.
3. Tomarme mis tiempos, dejar que fluya, me disfruto el proceso.
4. Valoro y amo el resultado como aprendizaje.
5. ¡Saber soltar! Desapego.
6. Kintsugi, valoro mis cicatrices porque me hacen único
Te dejo este link con un video viral de la parábola del alfarero que me parece muy linda y es otra
analogía de como en la cerámica como en la vida
¿Cuéntame que otras cosas crees que nos enseña la cerámica?
¡Un abrazo!
Zamara C.
@zeramico